Visto 3132 veces / 26 sep 2017
Este texto fue originalmente publicado en el blog bienestarconciencia.me, dirigido por la especialista Nicole Fuentes.
Omar Torres / AFP / Getty Images
Una persona muy generosa y querida para mí, con frecuencia citaba la frase de Mario Benedetti que está en el título y luego agregaba “es imposible no sentirte bien y feliz luego de ayudar a alguien”. Siempre tuvo razón.
La generosidad y la felicidad van de la mano. Cuando practicamos la generosidad y contribuimos positivamente en la vida de alguien más nuestra sensación de bienestar aumenta.
Practicar la generosidad tiene un montón de beneficios y nos induce a un estado emocional positivo. Ser generoso literalmente se siente bien. Cuando ayudamos a otra persona se activa en nuestro cerebro la misma zona que cuando hacemos algo para nosotros mismos, por ejemplo comprar ese algo que hace tiempo queríamos, comer nuestro chocolate favorito o recibir un beso de alguien importante. Nuestro cerebro asocia los actos de generosidad con placer, conexión y confianza.
Practicar la generosidad mejora la percepción que tenemos de nosotros mismos. Ayudando a otros nos sentimos útiles y crece nuestra confianza con respecto a lo que sabemos y podemos hacer. Pero también nos distraemos de nuestros problemas; al ser generosos quitamos el énfasis en nosotros mismos y cambiamos “yo” por “nosotros”. En otras palabras contribuir positivamente en la vida de los demás da sentido a nuestras propias vidas.
La generosidad debería empezar en casa. Promoverla entre nuestros seres queridos se traduce en cosas buenas para nuestros hijos. Según estudios, niños y adolescentes que crecen en ambientes donde se practica la generosidad tienen menos embarazos no deseados, son menos propensos a abusar de sustancias como drogas o alcohol y tienen menos índices de suicidio.
Alfredo Estrella / AFP / Getty Images
¿Cómo podemos practicar la generosidad?
Da a las personas con quienes coincides un micro momento de amor, compasión o calidéz. Extraños, vecinos, el cartero, la niña que empaca las bolsas en el súper, el personal de limpieza en cualquier lugar, el guardia de la puerta, tus hijos, tus papás. Conecta con un saludo, con una sonrisa, con un gesto que trasmita que sabes que están ahí. Dice Maya Angelou que “Las personas olvidarán lo que dijiste y lo que hiciste, pero nunca olvidarán cómo las hiciste sentir”.
Atiende las cosas simples. Detecta oportunidades para hacer una pequeña diferencia. Lava los platos el domingo en la mañana, acompaña a un amigo al doctor, cede el paso cuando manejas, acércate a preguntarle a alguien ¿cómo estas?, dale de comer a un animal callejero, recoge el papel de basura tirado en el parque, saluda. Cuando realizas una acto de generosidad inicias una cadena de cosas buenas ya que promueves que la persona que lo recibe a su vez ayude a alguien más. Hay un dicho anónimo que dice “Es difícil regalar la generosidad porque siempre regresa”. Aquí te dejo el vínculo a un video lindo e inspirador.
Una parte importante de las cosas buenas que me han pasado en lo profesional tienen su origen en la generosidad de una persona. Un pequeño detalle de su parte hizo toda la diferencia para mi, pues gracias a él pude estudiar la maestria. Su gesto de generosidad consistió en atenderme durante su hora de comida, aunque él no tuviera nada que ver con los procesos de asignaciones de becas. Se me hizo tarde por tráfico en la carretera y cuando llegué a las oficinas de Conacyt justo habían cerrado. Desde su escritorio en el fondo me hizo señas para que entrara –yo creo que se compadeció de mi cara de angustia-, escuchó mi historia mientras mordía su sandwich y me dijo: “yo no tengo nada que ver con esto, pero explica en este papel lo que me estás contando y yo se lo doy a la persona que venías a ver”. Me dió una hoja blanca y una pluma Bic azul. Ahí sin mucha esperanza escribí lo que necesitaba y me fui pensando que se me había escapado la oportunidad de estudiar fuera de México. Un par de semanas después recibí una llamada donde me avisaban que me daban la beca. Una cadena de pequeños actos de generosidad.
Para ser generoso no necesariamente tienes que regalar o donar dinero. Puedes ser generoso con tu tiempo, con tu presencia y atención, con tus palabras, con tus conocimientos, con tu mirada, con tu sonrisa. No tienes que ir hasta África para arreglar el tema del ébola. Recuerda que estás rodeada de oportunidades para contribuir en pequeño. Ayuda desde donde estás, en el momento que estás, con los recursos que tienes y con la gente a tu alrededor.
Recuerda… “es imposible no sentirte bien y feliz luego de ayudar a alguien”.
Envía flores, globos y regalos a domicilio en cualquier parte de la República Mexicana.
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